Acabo de empezar los estudios universitarios. Puedo vislumbrar a lo lejos el día en que tenga que irme de casa y ganarme la vida por mí mismo; busco dónde hay más salidas laborales para mi carrera, para así poder llevar una buena vida en un futuro. Mi mente se ve inmersa en estos pensamientos, pero a veces me paro a reflexionar y veo que esto no es tan importante.
Constantemente buscamos la satisfacción material y emocional; nos rodeamos de trabajo, distracciones y actividades con las que buscamos sentirnos realizados y hacernos creer que nuestra vida tiene así un sentido, una utilidad.
Todo lo que hagamos en este mundo se quedará en este mundo; acumulamos bienes que dejaremos aquí cuando esta vida se acabe y que no eran realmente esenciales para nosotros. Nada es eterno, salvo nuestra alma.
Toda persona debe elegir si aceptar a Dios o rechazarlo, si escoger la vida eterna o la perdición eterna. Jesús, el Hijo de Dios, murió en la cruz para pagar por nuestros pecados y permitirnos así tener una relación cercana con Dios; reconociendo nuestro pecado y aceptando a Cristo como nuestro único y suficiente Salvador, tenemos la seguridad de que, el día que nuestra vida aquí termine, nuestra alma será guardada, y estaremos con Él por siempre.
"Porque, ¿qué aprovechará al hombre, si ganare todo el mundo y perdiere su alma?"
Marcos 8:36
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